Sobre mi antepasado romano

Escuché hace poco un podcast de Espacio en blanco, llamado El fantasma del cementerio escocés y este programa me disparó la memoria del año 2006 cuando estaba en Líbano-Sur durante la guerra entre Israel y Hezbolá.

Es una historia larga y no muy interesante, pero se tenía que escribirla y lo hago ahorita. Lo siento.

Estaban basados con mis compañeros de trabajo en la ciudad de Tiro, la parte de Líbano controlada por los guerreros de ese grupo chií que mucha gente considera ser terrorista.

La situación era muy difícil y peligrosa, incluyendo para los periodistas en esa zona. Solíamos trabajar durante los días y divertirnos por las noches. El trabajo era muy cabrón -en todos los sentidos de esta palabra.

Lo bueno fue que las noches empiezan muy temprano en Medio oriente, así que teníamos mucho tiempo libre después de la puesta del sol para unas copas de vino famoso desde el Valle de Beca o para unas pocas bocanadas de hierba, sea lo que sea.

Nuestro lugar favorito para ese ocio simple e inofensivo era un viejo cementerio al lado de muchas ruinas antiguas. Tiro es una ciudad con la historia rica y el cementerio contiene los restos de los romanos, fenicios y otros personajes de los tiempos pasados que vivían y fallecían por allá.

Una noche, los guardias chií nos notaron y rodearon. Preguntaron que fue lo que hicimos por la noche en el cementerio.

Ustedes ya saben que a mí me gustan los cuentos chinos, así que les dije a los soldados que trabajo duro todo el día y no tengo tiempo para visitar la tumba de mi pariente que había sido enterrado en este cementerio.

¿Qué pariente?, me preguntaron. “Aquí está,” les mostré la lápida sepulcral de un tal Arturo. La piedra se veía como reciente, más o menos, aunque tenía la edad de algo como mil años, pero las fechas del nacimiento y de la muerte fueron cortados en la numeración romano -por mi suerte.

Les dije a los guerreros que soy de Rusia -nunca miento- y que es una vieja tradición en mi país visitar con amigos las tumbas de parientes para brindar en sus honor con vodka o vino, si falta el vodka. Claro que eran problemas con vodka en la región musulmana (el vino estaba disponible, cuando sabes dónde buscarlo). Los guardias expresaron sus condolencias y nos permitieron continuar.

Esa vaina ocurrió solo una vez y luego no teníamos ningún problema con nuestras visitas al cementerio para nada. Los guardias se hicieron nuestros amigos, aunque nunca bebieron ni fumaron con nosotros.

Pues, una vez, sí pasó algo muy escalofriante. Una noche, en la cima de nuestro luto por mi familiar romano, oímos ruidos raros desde las tumbas más antiguas a la distancia de nuestro área de picnic. Eso fue muy desagradable y nos retiramos rápidamente.

A mí no me gusta hablar con los fantasmas.

RELATED POSTS