¿Por qué leer?

Fui al gimnasio y, como siempre, llevaba escuchando el podcast del profesor Juan Fernández, esta vez “¿Por qué leer?”.

Me gusta escuchar sus cuentitos sin ningún tema específico, como “La historia de Argelia” ni “Las obras más grandes de la arquitectura española”, las que se encuentran en los podcasts de otros maestros del idioma. Me da igual estos temas, no me importan un carajo.

Lo que me interesan son el flujo de conciencia sobre los charcos en Londres que puedan salpicar al narrador y sus ideas sobre la necesidad de leer por placer los libros clásicos, como “Guerra y paz” por León Tolstói o “El idiota” por Fiódor Dostoyevski.

Las ideas de leer más me puso a pensar en mis hábitos propios. Yo también tengo ganas de leer “Cien años de soledad” por Gabriel García Márquez. Tengo tiempo, pero no puedo. Todavía no estoy listo.

A decir verdad, tampoco leo mucho por placer. La vida es corta y, además, hay películas y series de televisión para llenar el tiempo libre.

El flujo de conciencia de Juan también me puso a recordarme de una historia. No sé si es verdadera, tal vez sea anecdótica.

Un viejo profesor está acostado en la cama, él está muy enfermo y probablemente cerca de morir. Alrededor de la cama hay colegas y alumnos que están parados y sentados en el dormitorio con muchas estanterías llenadas de libros.

-Oigan, dice el profesor. Todos son oídos para escuchar algunas palabras de sabiduría.
-Estos son los libros que he escrito, él dice, apuntando a una estantería.
-Por allá hay libros que han escrito mis discípulos. Hay cientos de libros por todas partes.
-Cuando era joven y servía en el ejército durante la guerra conocí a una chica muy linda y nos enamoramos. Un día encontramos un lugar tranquilo para hacer el amor. Eso fue un henil de granja. Intentamos pero no pudieron: hubo demasiado heno blando y seguimos caernos abajo. Luego se reanudaron las hostilidades y tuvimos que separarnos sin haber logrado lo que quisímos.
-Lo que pienso ahora, el profesor continúa, es que si tuviéramos todos estos libros de tapa dura en ese tiempo, los pudiéramos haber puesto bajo el heno.

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