Todos los días saco a mi querida perrita Laima a pasear tres veces al día y casi cada vez cruzamos el estacionamiento cerca de nuestro edificio de apartamentos.
Hace diez años teníamos por allá pequeñitos garajes que se llamaban en ruso “rakushki”, es decir conchas, como conchas de mar (no lo que ustedes han pensado primero).
Esas conchas protegían los carros contra la nieve, el granizo y otras vicisitudes de la naturaleza igual que funcionaban bien como una protección contra los ladrones y vándalos.
Además, y eso es la parte más importante, los garajes eran refugios para los hombres donde ellos podían arreglar sus coches o charlar y tomar cervezas con sus amigos.
A las mujeres no les gustaban los garajes para nada aunque algunas tenían sus autos adentro. Por lo general, el área era un reino de los hombres para bueno o para malo.
Eso es porque uno de mis colegas se suicidó dentro de su garaje al haber descubierto que tenía el cáncer terminal. Él se disparó en la cabeza en el garaje y yo entiendo bién por qué lo hizo allá: disparar a sí mismo en la casa puede ensuciar las paredes y muebles con la sangre etcétera. Además, la policía usualmente restringe acceso a cualquier escena de crimen o suicidio por un rato y claro que él no quise problemas adicionales para su familia.
Los garajes eran ilegales y feos, por supuesto. Entonces, un día llegaron los trabajadores y acabaron con nuestros refugios.
¿Y qué pasa ahora que no tenemos las conchas? De hecho, la vida continúa.
Cada día vemos a dos o tres amigos en un coche bebiendo algo. Los cristales del auto son polarizados así que no se puede decir exactamente lo qué tomen, pero estoy seguro de que no es agua ni Coca-Cola.
A veces, vemos a los amantes en un coche pero la pareja no hace el amor por allí porque las ventanillas no son polarizadas y siempre hay transeúntes como yo y mi perrita que pueden turbarlos con ladridos y gritos como “¡Ven aquí, Firulais!”
Siempre paseamos con Laima cuando una mujer joven y su hijo se suben al auto para ir al trabajo y a la escuela. La mujer tiene dos hijos, pero el niño mayor vive en Turquía con su padre turco porque la pareja se divorció y dividió los niños.
Encontramos en la mañana a un hombre que suele arrancar el auto, se sienta dentro por un rato y luego apaga el motor porque ya no trabaja y no necesita viajar a ningún lugar.