El tiempo vuela

Un día empiezas a notar que envejeces, ante todo cuando los demás lo notan.

Estoy caminando a casa como un joven después de hacer las compras y un hombre viejo, borracho y sucio me pide dinero, diciendo “Padre, ¿no tienes suelto? Dame un poco para un trago”. Joder, pareces tener la misma edad que yo, hijo. Tal vez no.

-¿Cuánto años tienes?, le pregunto.

-Treinta y cinco, responde.

Coño, pudieras ser mi hijo de verdad. Sin embargo, no te daré dinero porque lo necesito yo -y ahora mismo- para tomar un trago. ¡Qué tragedia!

Noto que las chicas en el gimnasio no miran mi abdomen plano, sino echan vistazos a los pechos musculosos de los entrenadores personales del club deportivo. ¡Pendejas estúpidas!

Estamos en el siglo XXI y a veces mis amigos jóvenes mencionan el siglo pasado. Pues, vivía la gran parte de mi vida en el siglo pasado, pero para mí el siglo pasado de verdad fue el siglo XIX. Ahora soy un hombre del siglo pasado y este hecho me da repelús.

Cuando estoy hasta el coño con estos pensamientos voy a un sitio de mala fama y empiezo a sentirme mejor porque las madamas me llaman:

-Oye, joven, ¿quieres tener una buena hora con la mejor chica en la ciudad?

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